viernes, 6 de noviembre de 2009

Kant, el Consenso y la Paz Perpetua

Kant, el Consenso y la Paz Perpetua

Conceptos Previos

http://www.portalplanetasedna.com.ar/ilustracion3.htm
Fecha de extracción: 05 de noviembre de 2009

La Revolución Francesa
En Francia, como en toda Europa, se había mantenido durante muchos siglos el feudalismo, lo que producía una profunda desigualdad económica, social y cultural. La monarquía francesa se había convertido en una fuerza extraordinariamente poderosa que había arruinado al país en continuas guerras por dominar Europa. París era una ciudad inmensa en la que la corte reunía todo el lujo imaginable, en perfecto contraste con la miseria de las capas más humildes de la población. Las desigualdades sociales impedían que germinase el espíritu de fraternidad que toda religión pretende y que según la fe católica, debía alcanzar a todos, y no a una pequeña secta, como había sucedido con las comunidades americanas.


Francia sufría una vida social caótica. Las élites francesas exigían una política racional que eliminara el caos social y organizara la vida de la sociedad entera. En Francia el Estado, era muy poderoso y ahogaba a la sociedad con impuestos, intervenía un territorio muy unificado, y se esperaba de él que regulara la vida de todos los hombres.
La previsión sensata había sido la de una Ilustración paulatina, progresiva; pero el presente puso ante los espíritus ilustrados una situación revolucionaria, para la que no estaban preparados. El antiguo Estado omnipotente se hundió y el vacío debía ser llenado revolucionariamente. La razón debía ir por grados, paso a paso, pero la Revolución, por el contrario, no podía esperar. De esta forma se le exigió a la razón ilustrada algo imposible, insensato para ella misma. Por mucho que los fines de la Ilustración fueran las consignas de la Revolución, esta no era el escenario previsto por la propia llustración.
El idealismo de los dirigentes de la Revolución prendió con entusiasmo en las clases populares y se transformó a menudo en exaltación incontrolada.


La Ilustración y la Revolución
La Revolución se inició con medidas radicales, pero en sí esperanzadoras. Se exigió una nueva constitución política para Francia. Se rompieron las diferencias entre los burgueses y plebeyos. El pueblo llano fue la nación y se definió como el soberano. Muchos bienes de la lglesia fueron puestos al servicio de ese pueblo llano. Los bienes de la nobleza tenían que legitimarse por su productividad, por el beneficio que producían y así podían venderse y comprarse. Muchos fueron confiscados y cambiaron de manos. Se afirmó el derecho del hombre a la igualdad, educación, a la propiedad y a la cultura. Nadie podía dudar de que se tratara de una causa noble. Como dijo Kant los hombres no quisieron ser sólo felices, sino ser y ser dignamente felices.
El caos social y político determinó el dogmatismo de los adores, inclinados a tomar decisiones drásticas y radicales sin pestañear. Esa violenta situación, llena de riesgos e inseguridad, reclamaba una forma de vida parecida a la de los viejos fanáticos religiosos. La Ilustración no había querido esta situación, pero tampoco pudo impedirla. Con la Revolución emergió lo imprevisible, lo impredecible de la historia, lo que ninguna teoría podía anticipar ni dominar en su concreción.
Sin embargo, ese hecho cambió la realidad social e histórica de Europa. Por primera vez, las masas sociales tuvieron acceso a la acción política y la determinaron. Se alteró tanto a vida europea y mundial que el movimiento de la Ilustración se vio obligado a transformarse profundamente. La Revolución creó poderes nuevos, los Estados contemporáneos, que no se dejaron influir por las consignas ilustradas en su totalidad. El siglo XIX produjo los primeros intentos de esa transformación de la Ilustración bajo el nuevo contexto de la sociedad de masas y del Estado moderno.

http://www.canariastelecom.com/personales/carlos.clavijo/Docs/ETI/Etidoc_t7Rousseau.pdf
Fecha de extracción: 05 de noviembre de 2009

Jean Jacques Rousseau
Fue filósofo, teórico político y social y escritor. Nació en Ginebra el año 1712. Al poco de nacer, falleció su madre, por lo que fue criado por sus tíos. A la edad de 16 años trabajo como secretario y acompañante de madame Louse de Warens, viuda que influyó en sus escritos. En 1755 publicó Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, donde planteó que el hombre natural y primitivo era moralmente superior al hombre que se encuentra dentro de las instituciones sociales, bajo las cuales la humanidad se corrompe.
Su creación literaria le valió la enemistad de otro filósofo francés, Voltaire, quién criticó sus opiniones y realizó comentarios burlones sobre sus escritos. Escribió el Emilio en 1762. Aparte de su enemistad con el filósofo francés Voltaire, sus opiniones progresistas y poco convencionales, le procuraron enemistades con las autoridades francesas y suizas e incluso perdió amigos.
Las ideas de Rousseau, constituyeron la defensa de los derechos individuales del hombre, así como de la razón, contribuyendo en la evolución de la literatura psicológica. Su obra fundamental es “El Contrato Social” de 1762.
Fue un pensador y filósofo de la Ilustración del siglo XVIII. Aunque nació en Ginebra, desarrolló gran parte de su actividad intelectual en Francia y colaboró en la Enciclopedia. Fue un hombre muy controvertido en su tiempo debido a sus ideas revolucionarias sobre la ética, la política y la educación. Considera natural, por ejemplo, que un padre sea el dueño de su hijo, pero sólo mientras su auxilio le sea necesario» y que cuando ya no lo necesite «se convierten en iguales, y entonces el hijo, perfectamente independiente del padre, sólo le debe respeto y no obediencia». Rousseau, en el Contrato social, analiza el origen de la sociedad y afirma que la sociedad es fruto de un contrato voluntario entre los hombres; o sea, de un gran pacto social según el cual cada hombre cede parte de su libertad a los órganos de gobierno de la sociedad. De este modo Rousseau justifica la democracia y, al mismo tiempo la autoridad de los poderes públicos y de las leyes. Este pacto es voluntario y necesario para la convivencia.
Habla de una «voluntad general», es decir, el interés común del conjunto de la sociedad a la cual cada persona debe someterse, haciendo uso de su libertad. Esta voluntad general surge de la suma de todas las voluntades particulares, a razón de un voto por persona. De este modo queda justificado el sistema democrático: un hombre, un voto.
Cabe destacar que las personas no se someten a la voluntad general por la fuerza sino de modo voluntario. Define las leyes como las condiciones de este pacto social y el responsable de redactarlas es la voluntad general.
Según Rousseau, el hombre es bueno por naturaleza y la sociedad es quien corrompe al individuo; es decir, la naturaleza ha hecho al hombre feliz y bueno pero la sociedad lo deprava y lo hace miserable.
Tenemos por tanto justificada la obediencia a las leyes, porque son los mismos individuos que tienen que acatarlas quienes las inspiran y realizan a pesar de que son redactadas por un legislador, un hombre excepcional que sea capaz de recoger las aspiraciones y la voluntad general. Del mismo modo el gobernante debe siempre someterse a la voluntad general. ¿Qué ocurriría si no existiese este pacto social? La injusticia y la desigualdad serían las dueñas de las relaciones sociales, y el poder despótico y arbitrario dominaría a la sociedad. Este criterio ético que define la organización social como un pacto voluntario entre las personas recabe el nombre de Contractualismo y es la teoría sobre la cual se basan las democracias contemporáneas y la mayoría de las relaciones entre los diversos estados. Y también regula las relaciones internas de las instituciones, asociaciones, la economía, etc. de una sociedad.

http://iureamicorum.blogspot.com/2008/09/rousseau-en-kant.html
Fecha de extracción: 05 de noviembre de 2009

Ideas de Rousseau en Kant
Existen bastantes estudios sobre la posible influencia del pensamiento de Jean Jacques Rousseau en el pensamiento de Immauel Kant, de hecho hablan los biógrafos del filósofo alemán que sólo en dos ocasiones Kant cambió su itinerario habitual: El día que llegó la noticia de la toma de La Bastilla, que dio lugar a la Revolución francesa el 14 de julio de 1789; y el día que recibió el Emile (El Emilio) de Rousseau. La filosofía kantiana preocupada por dar un fundamento critico y trascendental a su filosofía práctica, toma las ideas de Rousseau, de una antropología histórica y las convierte en un discurso racional y moral. Aunque el Contrato Social (1762) determinó parte de las ideas que Kant expondría más tarde en Teoría y praxis y en Introducción a la filosofía del derecho, tres fueron las ideas centrales que Kant tomó de Rousseau.
En primer lugar la idea sobre la autonomía de la persona como única forma de autovinculación del hombre a determinadas ordenes legales; en segundo término, la idea de libertad natural que no puede ser abandonada cuando se pasa del ámbito natural al ámbito civil; y por último, la idea de la voluntad general como la forma de autovinculación del hombre en la sociedad.
Por otro lado, también hay que destacar otra tesis que es recepcionada por Kant, se trata de la idea de igualdad de Rousseau que en Kant se vería traducida en el principio general de dignidad (El hombre es un fin en si mismo y no es un medio para nadie), ya que para Kant nadie estaría en capacidad de determinar su moral a través de su autonomía sino cuenta con las condiciones de igualdad necesarias para decidir autónomamente. De esta manera la construcción de Kant en "Teoría y práctica" estaría vinculada estrechamente a las ideas de Rousseau cuando se establece que los tres principios a priori que la sustentan son: La libertad de cada miembro de la sociedad, en tanto persona; La igualdad de cada miembro con cada uno de los otros, en tanto súbdito; y La independencia de cada miembro de una comunidad, en tanto que ciudadano.
Por otra parte Kant toma del Emilio la idea de progreso y desarrollo de la humanidad teniendo en cuenta la educación y la idea de pacto originario como un a priori ideal y necesario para la idealización de la estructura política y para la construcción de una sociedad mejor. Si se tiene en cuenta que la libertad natural no se pierde con la conversión del hombre en ciudadano, libertad civil, ya que éste tiene la capacidad de determinar las leyes a través de su autonomía; Kant compartirá la idea del Rousseau en cuanto que: la única que determina lo que es justo entre los hombres es la voluntad general. Sin embargo, Rousseau y Kant difieren en cuanto a su modo de actuar: radical legitimista en Rousseau, y sincrético legitimista en Kant; y en cuanto a la metodología: constructivismo deliberativo en Rousseau, y constructivismo trascendental en Kant.

http://www.e-aquinas.net/pdf/palomar.pdf
Fecha de extracción: 05 de noviembre de 2009

Kant y el Consenso
El consenso refiere, etimológicamente, que los acuerdos se toman por lo percibido sensorialmente desde la natural inteligibilidad del ser personal humano; lo cual, lejos de ser accidental, es desde luego determinante. El consenso lo admite la palabra: La palabra exterior, signo de la palabra interior, el concepto como acto de entender que es. Consensuar es sentir conjuntamente. Contiene necesariamente la comunicación; intercomunicación de los sujetos.
Al hablar Kant de la República, se refiere a una República Racional. Esta no opera por amistad, sino como lo concebido por la Razón humana, un Estado concebido racionalmente; esto es, como un simple concepto o idea que se agota en sí mismo: los iguales en tanto son libres. Lo que da a entender es que por principio no cabe consenso, salvo como pretendida apelación.
El consenso kantiano no es un resultado, sino una forma de autoidentificación racional; y la República, el postulado que articula la práctica desde la Razón. De ahí que resalte radicalmente en dicha República la coacción y la identificación entre Estado, Sociedad y Derecho como unificación y uniformidad; evidentemente no como trascendental, sino negación primera en la afirmación de la Razón que se agota en sí misma al no reconocer apertura desde el acto de entender el ser del concepto al acto de ser de las cosas plurales y relacionales, según su naturaleza y orden natural. Por eso, el derecho se afirma y se expresa como coexistencia de libertades, pues la razón es libertad autocausativa en dependencia de la contradictoria causa de si misma. Para Kant el entendimiento no sólo pone activamente el acto de entender, sino el contenido de lo entendido en acto ante el fenómeno que se presenta como ocasión de que el entendimiento genere su propia idea.
¿Cómo radicar un consenso donde el otro es puesto por mí en cuanto a su ser mismo personal? Así el otro, conforme a Kant, y contra la persona humana, es siempre medio y nunca fin de vida anímica; pues mi Razón queda tan libre como lo es por esencia, al no depender sino de sí misma en su autogenerarse.

http://es.wikipedia.org/wiki/Paz_perpetua
Fecha de extracción: 05 de noviembre de 2009

Kant y la Paz Perpetua
Sobre la paz perpetua es el nombre del tratado de Kant en donde su objetivo es encontrar una estructura mundial y una perspectiva de gobierno para cada uno de los estados en particular que favorezca la paz. El proyecto kantiano es un proyecto jurídico y no ético: Kant no espera que los hombres puedan volverse más buenos, sino que cree posible construir un orden jurídico tal, que coloque la guerra como algo ilegal, como ocurre dentro de los estados federales. El título de la obra es una ironía de Kant. La tomó de un dibujo que un hostelero había puesto en su casa: era la imagen de un cementerio y abajo la frase «paz perpetua». La estructura de obra puede ser entendida también como ironía: tiene la forma de un tratado de paz, con artículos preliminares, definitivos y hasta una cláusula secreta.

Opiniones sobre Kant, el Consenso y la Paz Perpetua
Los siguientes artículos (tomados de internet) hacen referencia a la obra de Kant sobre la Paz Perpetua y el Consenso para dar diversas opiniones, tanto de dichos puntos como de otros temas:

http://www.carloscapote.com/critica/sobrelapazperpetua
Fecha de extracción: 05 de noviembre de 2009

“Sobre la paz perpetua - Immanuel Kant
15 de Julio de 2006

Immanuel Kant escribió esta obra nada menos que en 1795. Hoy han pasado más de 210 años. No fue el primero en hablar sobre paz perpetua pero sí el primero, al menos que yo sepa, que trató el tema con rigor, analizándolo no como una utopía sino como una posibilidad.
Sobre la paz perpetua es un tratado en el que se analizan algunos puntos clave que deben darse para poder hablar de paz perpetua. No en vano, comienza con una de las frases más famosas de Kant: “no debe considerarse válido ningún tratado de paz que se haya celebrado con la reserva secreta sobre alguna causa de guerra en el futuro”.
La propuesta de Kant para lograr la paz perpetua se basa en la creación de una federación de Estados independientes. Cada uno de éstos, a su vez, debe ofrecer las garantías de un Estado de Derecho y sustentarse en una constitución republicana, es decir, que garantice la libertad de sus ciudadanos, asegure la dependencia de todos respecto a una misma legislación, y defienda la igualdad de sus súbditos. De estas ideas, se puede deducir una idea que aparece constantemente a lo largo de la obra: la paz no es el estado natural del hombre y, en consecuencia, debe ser instaurada.
En un interesante argumento sobre la ciudadanía activa y el republicanismo, Kant dice que el ciudadano debe actuar como colegislador, tomando parte en la dirección de la sociedad a la que pertenece. Cierto es que algunas afirmaciones del texto deben leerse con prudencia y no interpretarse literalmente, dado que las circunstancias sociopolíticas del siglo XVIII no son las mismas que las del siglo XXI.
Uno de los puntos clave que señala Kant, es que “ningún Estado debe inmiscuirse por la fuerza en la constitución y gobierno de otro”. No puedo evitar que esta frase me traiga a la cabeza las estrategias de EEUU en Irak, donde ha establecido a su antojo un gobierno títere, que sin duda servirá a sus intereses en el mercado de los hidrocarburos como ya hicieran las repúblicas bananeras en el mercado agrario.
Han pasado más de dos siglos desde que Kant estudiase las bases para la paz perpetua. La federación de Estados parecía una utopía. No obstante, hoy existe la ONU que, pese a ser una organización “mejorable” (en especial su Consejo de seguridad), es un punto de partida. Quizá sean necesarios aún otros doscientos años para que la paz perpetua, que muchos vemos ya como una posibilidad y no como una utopía, sea vista de igual manera de forma extendida.

http://www.radioradicale.it/exagora/la-paz-perpetua-segun-kant
Fecha de extracción: 05 de noviembre de 2009

“La paz perpetua según Kant
De Bandinelli Angiolo - 01 de octubre del 1979

SUMARIO. Desde hace dos siglos, en la cultura occidental, ronda “una promesa de felicidad terrena”, la promesa de la “forma-Estado” perfecta. Esta promesa contempla asimismo “el adviento de la paz definitiva y perpetua” y la instauración de la “Sociedad universal en la que el hombre no sea medio sino fin para sus semejantes”. Una sociedad semejante es la sociedad gobernada por la razón, y su forma es la forma federal.
La propuesta o proyecto, de clara huella ilustrada, fue conjugada por primera vez en los albores de las dos grandes Revoluciones del mil ochocientos, la americana y la francesa: en América halló cuerpo histórico en la Constitución, en Europa por el contrario fue dibujada sólo en páginas hermosísimas del filósofo Emmanuel Kant. Para Kant, el federalismo se amplía hasta una “poderosa Utopía de gobierno universal”, “posible y necesario”, si sabe organizarse en “Federaciones de repúblicas libres”, la humanidad logrará salir del estado de guerra endémica en el que ha vivido hasta nuestros días.
La teoría federalista, kantiana, ha influido sólo de forma marginal en el pensamiento político europeo. Adquiere el rango de dignidad política sólo en las páginas de Luigi Einaudi, y posteriormente en la acción de Monnet, Rossi y Spinelli. Pero tienen potencialidades sumamente vastas y por explorar, incluso en el campo económico, con el objeto de corregir los errores y las distorsiones en las que ha caído la praxis económica de los Estados nacionales, especialmente los europeos.
(QUADERNI RADICALI, publicación trimestral de ensayo y documentación política, octubre-diciembre de 1979 - Vuelto a publicar por “”IL RADICALE IMPUNITO - Diritti civili, Nonviolenza, Europa”, Stampa Alternativa, 1990).
Una promesa de felicidad terrena, posible y próxima ronda desde hace un par de siglos en apartados meandros de la cultura política occidental. Es la promesa, tan geométrica y racional como llena de vitalidad, de la forma-Estado perfecta, que garantice el consenso y promueva, a la par, el más amplio ejercicio de las libertades: consenso y libertad ya no antagonistas - como siempre lo son, multiplicados en las parejas cultura/naturaleza, violencia/necesidades, etcétera - en el Estado moderno, sino convergentes y concordes. Esta premisa contempla asimismo el adviento de la paz definitiva y perpetua, y la instauración de la Sociedad universal en la que el hombre no sea un medio sino un fin para sus semejantes: no ya la tregua inestable de las armas, que interrumpe en vez de aplacar el conflicto incesante entre los Estados, sino el consumirse y deshacerse de las mismísimas causas de la guerra: “La Razón, desde su trono de suprema potencia moral legisladora, condena de forma absoluta la guerra como procedimiento jurídico, mientras que eleva a deber inmediato el estado de paz, que sin embargo no puede ser creado o garantizado sin una convención de los pueblos. De ahí la necesidad de una liga de carácter especial, que podríamos llamar liga de la paz (pactum pacis), que se propone poner punto final sencillamente a una guerra en vez de a todas las guerras y para siempre”.
Tanta esperanza se recoge bajo una única idea-forma; la palabra, talismán, custodiada con reverencia iniciática por sus fieles, es federalismo. Se conjuga por vez primera, de carrerilla, a partir de una matriz de carácter ilustrado, en los albores de las grandes revoluciones, en tierras americanas y en Europa; allí llegó a calar como Utopía en la historia y a informar a la Constitución de los recién nacidos Estados Unidos; aquí por el contrario - en el viejo y rígido continente - logró solo nutrir sorprendentes páginas políticas de un filósofo, estoy hablando de Immanuel Kant. El federalismo - así pues - no es sólo el esquema institucional de la Constitución ideada por Hamilton y los demás padres fundadores; es, desde otro punto de vista, incluso una “visión global de la sociedad de carácter metahistórico, relacionada con el pensamiento de Proudhon (sobre todo el de la primera fase, netamente anarquista), con distintas construcciones intelectuales prácticamente infundadas”. La definición es de Mario Albertini, en su introducción a la antología publicada por “Il Mulino” en la colección “Il pensiero moderno/politica”. En el centro se halla Kant, quién amplía las premisas del modelo institucional americano hasta una poderosa Utopía de gobierno universal. Para Kant ello es posible y necesario: sólo con su realización las contradicciones del derecho internacional - de lo contrario imposibles de colmar - podrán resolverse con un código de normas jurídicas universalmente reconocidas. Si se sabe organizar en Federación de repúblicas libres, la humanidad podrá relegar a la prehistoria el estado de guerra perenne en el que se debate hasta ahora, para alcanzar por fin esa paz perpetua que la Razón puede concebir como lugar de la libertad y de los fines pero que las pasiones y las irracionalidades de los hombres y de la historia han excluido y alejado. De esta manera será posible identificarse con ese imperativo que para el filósofo es el único imperativo moral: considerar al otro no como un medio, sino como un fin. La confederación de los pueblos permitirá por último que perezca el Estado-nación, y hará que se desarrolle y florezcan las libres comunidades, modelo insuperado de asociación de las fases primitivas de la humanidad, y deseado por las generaciones venideras de ser guiadas por la Razón universal.
La teoría federalista no ha influido, salvo de forma escasa en el pensamiento político europeo. Tras la huella del interés por los desarrollos de la joven república norteamericana, sus sugerencias penetran en Cattaneo y en un Orsini; posteriormente, se ha dicho, en Proudhon. Pasa a convertirse en dignidad de perspectiva política entre las dos guerras mundiales en las páginas y en la acción federalista de un Lord Lothian, el animador de Europe Union, y de Luigi Einaudi. Nos hallamos en plena postguerra, ante Jean Monnet, Rossi y Spinelli; no sólo con sus batallas sino con su labor teórica, que desarrolla temas cruciales de la situación contemporánea europea. Es un momento de búsquedas articuladas, entre las que destacan las consideraciones sobre la historia seglar de las guerras de supremacía, del mismísimo Einaudi y del alemán L.Dehio. En estas vicisitudes y pruebas el federalismo demuestra tener una considerable carga de persuasión, incluso cuando se trata de temas no propiamente institucionales, e incluso económicos. Nos vemos impulsados a reflexionar, por ejemplo, desde otro punto de vista, sobre las contradicciones de la evolución del Estado contemporáneo que ha tenido la ambición de garantizar la justicia social a través de la redistribución de la renta entre las clases, pero se ha visto muy pronto imposibilitado por la necesidad apremiante de mantener en pie - destinado a este objetivo gran parte de sus recursos - una organización de guerra cara y abrumante, por el llamado “complejo industrial” a una educación y una escala de prioridades paralizadas a partir de los llamados “valores nacionales” etc. Los desequilibrios sociales internos han permanecido, y a veces se han profundizado. La mismísima clase obrera, tras haber proclamado el internacionalismo y la hermandad sin fronteras, se halla fragmentada en segmentos nacionales que se odian e intentan arrasarse, cada cual de forma egoísta, encerrado en sus celos y en sus particularismos. El Estado nacional ha hecho fracasar las esperanzas del internacionalismo proletario de la misma manera que, antaño, el cosmopolitismo burgués.